TIPO INÚTIL: UNA MÁQUINA METAFÓRICA
La dificultad ya indica conciencia del lenguaje
Rafael Cadenas
Tipo inútil, trabajo que Teresa Mulet expone en la Organización Nelson Garrido (ONG), es una compleja máquina lingüística. Prefiero no llamarlo muestra para evitar la idea de espacio concluido, de discurso cerrado con punto final o de juego que ha encontrado la comodidad de la rutina. Tampoco busco, al decirle máquina, acercarme a la idea de estructura o de sistema cerrado. No obstante, prefiero entenderlo como el lugar donde ocurren un número infinito de ardides metafóricos: un artilugio humano-tipográfico, un artefacto a medio camino entre las operaciones necesarias para el entendimiento y el diseño de la escritura, un dispositivo capaz de producir en cada revolución de su sistema una vía de aprendizaje provisional. En tipo inútil todas las aproximaciones son válidas y verdaderas porque ninguna de ellas pide ser escogida, por eso es un mecanismo que no se detiene o se agota.
Leemos en Paul Ricoeur que la metáfora viva es “más la resolución de un enigma que una simple asociación basada en la semejanza”. Por lo tanto, nos interesa de ella la tensión generada por dos términos opuestos, por las palabras enfrentadas o bien por el conflicto suscitado entre la interpretación literal y la metafórica. En este sentido, entiende que la metáfora “no consiste en revestir una idea con una imagen”, más bien se trata de “reducir la conmoción engendrada por dos ideas incompatibles”. Se nos revela, entonces, como el gesto de un organismo vivo, como un acto de creación de sentido, como el espacio donde la traducción literal es imposible o en todo caso inútil. La metáfora viene a ser, para este pensador francés, una operación emotiva que nos ofrece información y nos declara siempre algo nuevo sobre la realidad. Ese es el sentido donde podemos ubicar el trabajo de Teresa. Cada una de las operaciones activadas –caminar, mirar, leer, tocar, pensar y comentar entre otras– en el recorrido, a través de los distintos espacios tipográficos que ella propone, es la resolución de un enigma, es su límite imposible o bien el triunfo de una conmoción donde llegó a producirse la exégesis provisional de la realidad.
Semejante al discurso, Tipo inútil funciona en tanto nos tiene en movimiento. Mientras sus efectos y propiedades estén activos. Si nos detenemos sentimos que algo ha dejado de hablar; la contemplación es una práctica inútil ahí. El ejercicio creativo –del juego propuesto por la disposición de las piezas en las distintas salas de la ONG– está en el tránsito entre las transparencias y las opacidades, las cifras y las palabras, lo que proviene de la oralidad y lo que tuvo su origen en la escritura, lo que multiplica la proporción de una realidad dramática y lo que disminuye al individuo hacia el dato, y en la claridad de los signos públicos y la oscuridad de los códigos ofuscados. El ritmo total del trabajo es el de un habla incesante. Es el efecto de un cúmulo de discursos rescatados de las leyes, las noticias, la memoria histórica, la queja ciudadana, la declaración política y la investigación académica. Todos ellos, a la vez, tratan de construir la realidad de manera incesante. Sin embargo, no vemos otra realidad que el tránsito mismo de las palabras hacia un destino que nunca encuentran. Pero no hay derrota ni frustración en eso: la imposibilidad es el triunfo de ese mecanismo, es su razón de ser y la propiedad que lo describe.
Para Ricoeur la literatura “es ese uso del discurso en donde varias cosas son especificadas al mismo tiempo, y en donde no se requiere que el lector escoja entre ellas. Es el ejemplo positivo y productivo de la ambigüedad”. Siguiendo esa idea, podemos afirmar que la máquina metafórica de Teresa Mulet es también una máquina literaria. Una de la cual no obtendremos jamás el espacio simétrico de la definición. Los conceptos son inútiles, los datos son inútiles, los informes son inútiles, los formatos son inútiles y todo aquello diseñado para darle un contexto definido a un tipo de ciudad, un tipo de país, un tipo de continente o un tipo de planeta es absolutamente inútil. Por lo tanto, las operaciones inestables del mecanismo literario no están dirigidas jamás a emular o describir. La producción incesante de metáforas despliega, a la vez, el mapa interminable de un conocimiento asediado por la actualización y el borrador apócrifo de un mundo en crisis. En Tipo inútil cualquier perspectiva, cuando vuelve a ser pensada y expresada, no coincide con la forma anterior.
La ambigüedad es también una propiedad derivada de las tensiones de la materia. Esto es muy importante en el trabajo de Teresa. Por un lado encontramos las tensiones propias de la diagramación del espacio: lecturas verticales, lecturas diagonales, lecturas horizontales, lecturas de signos acumulados y hasta lecturas que se desparraman. Estas son bastante evidentes y contribuyen a esa imposibilidad de la definición. Pero, por otro lado, hay una tensión capaz de generar a la vez un goce y un dolor particular. Cuando me refiero a la presencia de goce y de dolor no pienso en sadomasoquismo, este sería imposible porque los extremos nunca se unen en un solo concepto, en una sensación o emoción. Se trata de la tensión producida por el roce de las letras, de las palabras y de los mensajes unos contra otros. No es convivencia ni acoplamiento, es presión y fricción de dos que se agolpan en un mismo punto. En semejante operación está presente, a la vez, la presión antipática de los dedos cuando son retorcidos en el pellizco y la erótica insuperable de dos cuerpos que se rozan desnudos previos a cualquier penetración. No es posible tomar partido por uno o por otro. Es inútil decidir pues, como toda metáfora viva, las distintas formas de presión adquieren sentido sólo en el conflicto.
La máquina metafórica de Teresa Mulet es la forma expresiva de un orden dispuesto hacia ningún lado. En ella sólo lo provisional tiene la razón y por eso es tan eficiente. Incluso Teresa es en sí misma el lugar imposible del autor, la pieza que va cambiando de sitio con la mirada y el caminar inseguro de los visitantes en la ONG. Ella es la transparencia atravesada por todos los discursos restituidos en esa red, en ese momento literario que es la obra.
Cuando llegamos a la terraza, una vez que hemos lidiado con todas las experiencias anteriores, nos aguardan los signos de interrogación. En ellos finalmente triunfa la indefinición del lenguaje. Bajo su poder la metáfora supera cualquier movimiento hacia lo literal. Entonces, en ese cenit, la duda nos lanza hacia un vacío extraordinario: todas las conclusiones son válidas pues cada una de ellas lleva a la duda. Y, en ese momento de revelación, comenzamos a descender.
Fotografías: Teresa Mulet/Humberto Valdivieso
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