jueves, 17 de diciembre de 2015

JALPA



JALPA: UNA RED LLENA DE "EXPERTOS"
EL FANATISMO, INTERNET Y LA DESTRUCCIÓN

El cine “no sólo reprime el valor cultural porque pone al público en situación de experto, sino además porque dicha actitud no incluye en las salas de proyección atención alguna. El público es un examinador, pero un examinador que se dispersa".
El filósofo alemán Walter Benjamin escribió esta idea en su famoso ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica en 1936. Casi ochenta años después el problema del público y la dispersión está vivo en la cultura de masas.  Internet pareciera haber puesto, no a ese “público” del siglo XX –que tenía unas características particulares–, sino a todo el planeta del siglo XXI en situación de experto.
Las redes sociales se han convertido en los espacios predilectos para el intercambio de opiniones, la crítica social y la generación de tendencias en el consumo masivo. También son el nuevo contexto de ese “examinador que se dispersa”.  Millones de internautas en este siglo han asumido el papel de “doctos” en cualquier tema. La actitud de experto conlleva a perder el pudor a la hora de comentar un tema, por complejo o trivial que este sea.  No importa si se trata de un discurso del Papa, las amenazas de Kim Jong-un, el trasero de Kim Kardashian, la extinción del tigre de Bengala, la crisis de los refugiados en Europa o la mecánica cuántica; ese “examinador que se dispersa” siempre dirá algo.
Varios intelectuales contemporáneos han tomado la batuta de manos de Benjamin para arremeter contra esta popularización de la doxaMario Vargas Llosa, siguiendo a Van Nimwegen, alertó sobre un peligro latente en la revolución de la información: “Cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos”. Julián Marías afirmó que internet, pese a tener “cosas maravillosas”, por primera vez organizó la imbecilidad: “Hubo imbecilidad siempre; imbéciles iban al bar, hacían públicas sus imbecilidades, pero es ahora cuando se organizan, con gran capacidad de contagio”. Umberto Eco se refirió a cómo legiones de “idiotas” han adquirido el derecho de hablar en las redes sociales: “Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad".
Jorge Luis Borges en su cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius –escrito mucho antes de la era de las redes– atribuyó la siguiente idea a uno de los heresiarcas de ese extraño mundo llamado Uqbar: “Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”. Hoy las redes sociales multiplican el número de expertos y eso también puede llegar a ser abominable. Más aún si tomamos en cuenta que detrás del simulacro de la experticia proliferan actitudes abyectas.
            Pujya Swami Dayananda, maestro y comentador del Bhagavad Gita, habla de cuatro tipos de diálogos. Me voy a referir a dos de ellos. Uno ocurre entre personas interesadas en descubrir la verdad. Todos los participantes exploran, debaten; quieren aprender. Este se llama vãda. En un mundo ideal, el espíritu de esa forma de diálogo recorrería las redes sociales; sin embargo esto no ocurre así. La multiplicación de los expertos, a niveles jamás conocidos en la historia de la humanidad, ha colocado en el centro de nuestra cultura otro tipo de diálogo: jalpa. En él suelen participar personas aferradas a sus creencias; no se escuchan una a la otra. Simplemente hacen un despliegue de ingenio personal. Este es el principio del fanatismo. Eso es lo que pareciera imperar en las redes sociales.
 Lamentablemente, el nuevo “examinador que se dispersa” es el fanático. Está narcotizado por sus propias opiniones y desata sobre los demás un ego desbordado que usualmente carece de lectura. También de un mínimo de reflexión. Lo importante es opinar en tiempo real, sobresalir: ser un pequeño Donald Trump o un Maradona sin balón. Esta condición es parte del “efecto del medio”, así lo podemos entender desde Marshall McLuhan. No obstante, es un modelo derivado del presentador charlatán, del político irresponsable y del cómico de radio y televisión. Estos personajes suelen destruir sin piedad el trabajo o la reputación de otros.

Cuando leo en las redes sociales comentarios rabiosos o sarcásticos respecto a las creencias de alguien, a su género, a su raza o escucho a un locutor charlatán en los medios tradicionales destruyendo el trabajo de un grupo de personas me pregunto: ¿ese que está socavando con sus palabras lo que para alguien es importante tiene algo que ofrecer a cambio? ¿O es un juego donde la única posibilidad es la destrucción? Ojalá las palabras en las redes y en los medios ofrecieran opciones siempre, alternativas o apertura a la discusión. Al menos habría coexistencia y una cultura colectiva con un mínimo de reflexión.

Imagen: Capacitor. Antony Gormley

miércoles, 5 de agosto de 2015

Lena Yau


Lena Yau: la literatura, el hambre y la belleza


Lena Yau está en Venezuela para presentar dos libros recién salidos de su cocina literaria: la novela Hormigas en la lengua y el poemario Trae tu espalda para hacer mi mesa. Ambos están impregnados de esos primeros olores aún no redimidos por el aire del lugar y de un sabor destinado a cambiar cuando les baje un poco la temperatura. Se hallan en un momento perfecto para saborearlos bien y permitirles adecentarse en una lectura llena de curiosidad y deseo. Yo lo he hecho y me han sorprendido pues he probado en ellos sabores inesperados. Mis expectativas fueron completamente socavadas; los libros tenían texturas y matices desconcertantes. Esto me condujo a una grata experiencia y dejó frente a mí una escritora sólida; decidida a no hacer concesiones a quienes solo buscan en ella algunas experiencias gastronómicas.
La lectura de las obras lo apura a uno a decir muchas cosas. Al inicio del artículo estuve tentado a escribir con el entusiasmo de quien hace una sobremesa y no puede dejar de hablar atolondradamente de una comida bien elaborada, servida de forma impecable y con una complejidad de matices y memorias culinarias capaces de retar al más voraz sibarita. Sin embargo, decidí frenar el entusiasmo y referirme solo al territorio más profundo y por lo tanto más sabroso de estas obras literarias: su capacidad de dejarnos habitar lo poético, de aludir a nuestros propios límites humanos.
La aproximación inicial a los trabajos de Lena Yau puede conducirnos sin obstáculos hacia la seductora superficie de su quehacer literario: la comida, la cultura culinaria, la relación entre la palabra y el sabor, el erotismo de los rituales del paladar y una geografía llena de lugares “saboreados” intensamente. Todo eso está presente, pero cuando traspasamos el efecto maravilloso de semejante escenografía nos encontramos con la verdadera fuerza de su voz poética. ¿Dónde ocurre esto? ¿A qué profundidad? En cada una de las páginas, delante y detrás de las palabras. Ahí lo más básico, frágil y auténtico de nuestra humanidad se deja ver y nos señala la belleza de nuestros límites.
“Antes del verbo/y de la carne/fue el hambre”, estos tres versos me condujeron a una idea expuesta por el psicoanalista norteamericano James Hillman: volver al animal implica retornar al impulso poético. Y eso me permitió entender las obras de Lena Yau más allá de los clichés usuales de una literatura temática. En verdad, la novela y el poemario son un esfuerzo de la autora por mostrarle a las palabras su estado más básico. Le señala al lenguaje su nexo con la necesidad antes de dejarlo adueñarse del espacio literario. ¿Qué significa esto? Heidegger nos enseñó que si bien el ser humano suele comportarse como el forjador y dueño del lenguaje, es en realidad el lenguaje nuestro dueño y señor. Y en este sentido, al sumergirnos en los dos libros, guiados no por el ego sino por la fuerza donde la palabra emerge ­–el hambre, el impulso de comer, el deseo innato en los rituales culinarios–, estamos también haciendo un ejercicio de volver a la verdad donde los humanos nos hacemos más frágiles: no estamos hechos para trascender sino para desear. Lenguaje y humanidad son puestos a prueba, no por un dios sino por su límites esenciales.
El habla, tan importante en los dos libros, no tiene la función de ofrecernos panoramas o tratados sobre la cultura de la alimentación. De ahí el tono y la estructura fragmentaria, heterogénea y contemporánea de las obras. Tiene otra misión, una doble misión: recuperar el estado primordial donde la palabra emerge y conectarnos a través de ella con lo básico de nuestra naturaleza humana. El asunto de la novela y el poemario no son los alimentos, los platos o los lugares de comida sino el impulso, el arrebato, la potencia necesaria para llegar hasta ellos: “Somos más felices hablando de comida que comiéndola”.
La novela y el poemario no son monumentos al poder de la palabra sobre la alimentación y la cocina. Su valor, lejano a la esencia del poder, reside en revelar una naturaleza imprescindible para habitar el mundo, al menos desde la literatura: la necesidad incontrolable de nuestra especie por extraer la belleza del lenguaje y observar en ella los límites de nuestra condición humana. Volviendo a Heidegger podemos decir que “el hombre habita en tanto que construye” y ese construir tiene relación directa con el poetizar: “Poetizar construye la esencia del habitar”. Lo poético en Lena Yau construye las referencias donde aceptamos lo esencial. De ahí extraemos la energía para alimentarnos como poetas, para buscar lo más bello: “Mi lengua/capa de hielo/que refleja/las letras/de tu nombre”.
           


lunes, 26 de enero de 2015



JUVENAL RAVELO 
EL CINETISMO Y LA INVESTIGACIÓN DE LA VIDA MISMA

Para valorar una obra de arte existen senderos conceptuales y analíticos muy diversos. Sin embargo, hay ciertos fundamentos que atraviesan de manera transversal el universo de perspectivas críticas. Uno de ellos nos dice que la materia física, el carácter de ser objeto de una obra, no es lo que hace de la pintura, la escultura, la fotografía, el video o las instalaciones un discurso estético. Justo por esa razón, nada es estable en ellos y siempre nos invitan a transitar experiencias sujetas a diferentes grados de complejidad. Por supuesto, lo complejo no es el resultado de la forma del objeto o la pericia técnica que lo hizo posible. Es lo invisible, la madeja de relaciones que la obra realmente es, el efecto del pensamiento y la investigación que le dio vida, y el diálogo que involucra al espectador dentro de sus coordenadas visuales y conceptuales. Es lo que el intelectual ruso MiKail Bajtín llamó “el momento constitutivo indispensable. Es decir, el instante en el cual entra la realidad en un objeto estético y queda subordinada a un nuevo orden.

Juvenal Ravelo ha forjado su carrera a manera de un artista investigador. Al igual que la mayoría de los cinéticos ha entendido la obra como un territorio experimental. Ella es el ámbito donde convergen las prácticas, los análisis, los diálogos y las preocupaciones. Cada trabajo es una pesquisa que nunca deja de hacerle preguntas al universo. Por eso, jamás es la declaración de una verdad. En este sentido, su labor está muy lejos de la que corresponde a un especialista en procesos y materiales. También a la de un técnico en problemas ópticos o geométricos, aunque sea un maestro en todo eso. Lo que hace a Ravelo un investigador, un artista inconforme, es aquello que puede hallarse en su actitud frente al arte durante más de cincuenta años de carrera: el compromiso con la valoración de la realidad, con los problemas y cualidades perceptuales de la existencia. La vida y el arte en la obra de este maestro de Caripito son indisociables. De él podemos decir, volviendo a las ideas de Bajtín sobre la estética, que en su propuesta la vida se encuentra no solo fuera del arte, sino también dentro de él, en toda la plenitud de su ponderabilidad valorativa: social, política, cognoscitiva y de otra índole”.

Entonces, cinetismo no debe leerse en su trabajo como la etiqueta de una escuela o una fórmula para lograr las mutaciones del espacio-tiempo y la fragmentación de la luz y el color. Es necesario comprenderlo como la interacción de la obra con el cúmulo de experiencias derivadas del hecho mismo de existir. De entender que nada es permanente y por lo tanto la operación de contemplar es siempre una invitación al tránsito y a la transformación de la realidad. El arte es aquello que hizo posible su momento histórico y el pensamiento que lo generó, los efectos provocados en la vida de los otros y el cúmulo de discursos tejidos alrededor del objeto estético. Una obra cinética es siempre un efecto visual y conceptual activado a través de la experiencia. En el caso específico de Juvenal Ravelo es también un compromiso sin fecha de caducidad. En este sentido, interactuar con su obra es entrar en una conversación donde no domina un discurso previo sino la experiencia discursiva. Así lo ha sido desde sus primeros pasos como estudiante, en su vida en París, su actividad en el Arte de participación en la calle y en sus recientes trabajos.

Caripito -Caracas- París
 Dos cosas fueron determinantes en la carrera de Juvenal Ravelo hacia la consolidación de su propuesta: la amistad con Carlos Cruz-Diez y Jesús Soto, y sus estudios de sociología del arte con Pierre Francastel y Jean Cassou en la Escuela Práctica de Altos Estudios en París. Con los dos grandes maestros del cinetismo venezolano compartió el afán por la investigación óptica y los problemas del arte. De los dos profesores franceses adquirió el sentido del compromiso del artista con la sociedad, el conocimiento que relaciona al arte con la historia y la idea de que una obra no es simplemente un objeto.

Sus años en París estuvieron dedicados a un intenso esfuerzo por conseguir un discurso propio y formarse en teoría del arte. Ahí comenzó a explorar las relaciones entre la geometría, el color y los elementos reflectantes de la luz. Al igual que todos los representantes del art optique, estaba buscando la mutación del tiempo y del espacio en la interacción del observador con la geografía de accidentes visuales que propone una superficie intervenida. Se preocupó por dilucidar cómo un volumen aparente es producto de la relación óptica del ser humano con la luz y el color, por estudiar las correspondencias entre la velocidad de desplazamiento del espectador y las condiciones de la atmósfera circundante, por examinar cómo la superposición de elementos verticales sobre un relieve cromático producen un espacio virtual, una dimensión provisional o bien una realidad aparente. En fin, por lograr el efecto de la luz fragmentada en una síntesis entre geometría, volúmenes, materiales reflectantes y color. Una vez que halló el camino, incorporó los resultados de su investigación a distintos formatos: volúmenes planos con elementos en relieve, volúmenes tridimensionales, las torres de petróleo propias del paisaje de su tierra natal, la intervención de vías públicas como la Avenida Libertador en Caracas y a la arquitectura de los pueblos de Venezuela y Francia.

Ravelo, una vez que maduró su discurso, decidió ahondar en su idea de que el arte es una tarea incompleta si no está vinculada a la transformación del ser humano, a la lucha social y a los valores universales de solidaridad y compromiso. Lo hizo ampliando su propuesta cinética a lo que dio a conocer como Arte de participación en la calle. Fue en 1975, en el barrio Los Cerritos, donde inició este proyecto que luego llevaría a otras comunidades populares y académicas dentro y fuera del país. Ahí la experiencia, que Julio Cortázar llamó “un arte que reivindica a los vecinos olvidados en los rincones alejados de los grandes centros de cultura del mundo, es profunda y extrema. Sin duda ha sido uno de sus grandes logros. Con esta iniciativa movilizó el espíritu de miles de personas que habían hecho de su vida, de su pueblo y de sus aspiraciones un continuum de silencio y conformidad. Organizados en cuadrillas que llevan el nombre de grandes creadores venezolanos como Armando Reverón—, motivados por el artista y su equipo de trabajo, y con la ilusión de transformar la realidad que los acoge, los habitantes de los pueblos salen a pintar sus casas y espacios públicos. Entonces, aquello que una vez fue un rincón olvidado por el mundo se convierte en una gran obra cinética capaz de otorgarle una nueva vida a toda la comunidad.

 Artista-Antena
            "Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados...". Estas palabras de Jorge Luis Borges coinciden con la experiencia de Juvenal Ravelo en el arte; con las consecuencias que ha tenido en su obra. Si bien no podemos encontrar en alguna de sus piezas referencias específicas a una disposición emocional, la racionalidad con la cual afronta el proceso creativo está cargada de intensos modos de exploración vital. En él hallamos a un viajante despierto a los fenómenos sensibles y conceptuales de la realidad. Es una suerte de antena de los acontecimientos visuales, lingüísticos, musicales y culturales en general. Por eso, es también un hombre de deudas y homenajes, muchas de sus obras están dedicadas a otros artistas, a escritores o a los diablos de Yare como hace en uno de sus más recientes trabajos.

            Es su condición de artista andariego, de vivir entre Caripito, Caracas y París, la que ha provocado variaciones en su propuesta de fragmentación de la luz y del color. Conceptualmente ha sido siempre un lector incansable, ha mantenido su espíritu de lucha a favor del pueblo y la cultura, y ha buscado la conversación profunda sobre el arte. Sin embargo, en su investigación plástica el ambiente ha determinado los cambios en las variaciones cromáticas. Esto es natural en alguien que se desplaza atento a la sensibilidad. Diferentes tonos que corresponden a diferentes ciudades: armonías de grises y blanco y negro dominaban su estadía en París. Ahí el color casi no aparecía. Luego en Venezuela, sobre todo en las piezas que ha desarrollado los últimos años en complicidad con el taller de la Fundación Daniel Suárez, emergió una potencia cromática que nos revela la exploración que ha hecho del color y la luz del trópico. Juvenal Ravelo es un investigador de lo visual y lo social, pero, sobre todo, del movimiento de la vida misma.      
   

Juvenal Ravelo
Nace en Caripito, estado Monagas, Venezuela, el 23 de diciembre de 1934.
Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Caracas y Barquisimeto, en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas y en Escuela práctica de Altos Estudios de la Universidad Sorbona en París. Vive y trabaja en Venezuela.

Principales museos y colecciones privadas
Museo de Arte de París. Francia.
Museo Perpignan. Francia.
Ministerio de la Cultura. Francia.
Fundación Bertrand Russell. Inglaterra.
Banco Interamericano de Desarrollo. USA.
Museo de Arte Contemporáneo de Managua. Nicaragua.
Galería de Arte Nacional. Venezuela.
Pinacoteca del Banco Central de Venezuela.
Museo Jesús Soto. Venezuela.
Museo Mateo Manaure. Venezuela.
Museo de Arte Moderno de Maracay Mario Abreu. Venezuela.
Museo de la Estampa y el Diseño carlos Cruz-Diez. Venezuela.
Universidad de los Andes. Venezuela.
Universidad Católica Andrés Bello. Venezuela.
Colección Frank Popper. Francia.
Colección Gastón Diehl. Francia.
Colección Bruno y Mary Levi. Brasil.
Colección Espacio de Arte Yumares. USA.
Colección Lía Bermúdez. Venezuela.
Colección Alfredo Boulton. Venezuela.
Colección Fundación Beracasa. Venezuela.

Principales intervenciones en la arquitectura
Mural de Arte de Participación. Marcigny. Francia.
Módulos Cromáticos Mural. Avenida Libertador. Municipio Chacao. Caracas. Venezuela.
Prisma Tridimensional. Estación Maternidad del Metro de Caracas. Venezuela.
Mural Universidad Católica Andrés Bello. Caracas. Venezuela.
Mural en el Aeropuerto Internacional José Tadeo Monagas. Maturín. Venezuela.
Mural Colegio de Médicos de Maturín. Venezuela.
Mural Fachada del diario El Oriental. Maturín. Venezuela.

Principales distinciones nacionales e internacionales
Premio Nacional de Artes Plásticas 2008. Venezuela.
Hijo Ilustre del Estado Monagas. Venezuela.
Mención Honorífica. Exposición de Arte del Caribe. NY. USA.
Premio Nacional en el III Festival Internacional de Arte Cagnes Sur-Mer. Francia.